“Tus clientes no pueden elegirte si no saben que existes. Y cuando te encuentran… necesitan sentir que eres justo lo que estaban buscando.”

Algo sobre mí

Soy Javier Jiménez

Consultor en Marketing y Ventas, empecé en esto mucho antes de que lo «digital» se volviera moda.

Estudié Mercadotecnia en una universidad privada de la Ciudad de México, allá por los 90. Sí, esa época en la que tenías que elegir entre hablar por teléfono o conectarte a internet… y no, no estoy tan viejo (aunque el módem diga lo contrario).


Mi primer contacto con las ventas fue a los 15 años, vendiendo uniformes en colegios particulares durante las vacaciones. Desde entonces, no he soltado el hilo: pasé por agencias de promociones y publicidad, trabajé en un comercializador familiar, colaboré con empresas de investigación de mercados, fui especialista de negocios en ING, y estuve en el área comercial de M&A Oil Co. de México.
En resumen, llevo media vida metido en el mundo del marketing y las ventas.
Con el paso del tiempo me fui moviendo hacia lo digital —porque quedarse quieto no es opción— y ahora ayudo a pequeñas y medianas empresas a conseguir mejores resultados en línea.
¿Qué hago exactamente?
• Te ayudo a encontrar y conectar con tus clientes ideales
• Te acompaño a destacar frente a tu competencia
• Y, claro, a vender más
Si tienes un negocio y buscas a alguien que combine estrategia, experiencia real y un trato directo, aquí me tienes.

Un poco más

Nací en la Ciudad de México allá por los gloriosos (y ya polvorientos) años 70, cuando las caricaturas eran buenas, los niños jugaban en la calle sin supervisión y al café ni pensar que le fueran a poner nombre en el vaso. Pero desde chamaco me exiliaron al Estado de México, donde sigo echando raíces y pagando tenencias con resignación.
Me declaro apasionado del fútbol americano, deporte que practiqué  con una estatura que haría reír a cualquier liniero defensivo, pero ¿Qué sería de la vida sin retos? 
A principios de los 90, decidí estudiar Mercadotecnia, así que me fui a estudiar esta carrera en una universidad por el rumbo de Marina Nacional. Ahí aprendí que vender ideas puede ser tan desafiante como intentar explicar a un extranjero por qué los chiles en nogada solo se comen en septiembre.
Además del americano, tengo otra obsesión: la música. Disfruto lo mismo una sinfonía que un buen rock  de los 80 o 90 (sí, ya lo notaron, la credencial del INAPAM está en camino, mi playlist delata mi año de fabricación). Puedo pasar de Beethoven a Bon Jovi con la facilidad de quien cambia de carril en Periférico a las cinco de la mañana.

Ahora, debo confesar que me cuesta hablar en público pues hablo más rápido que niño gritón de la lotería, por lo que hablar en público me provoca la misma alegría que recibir un estado de cuenta en quincena, pero mi trabajo exige que lo haga todo el tiempo. Así que ahí me tienen, enfrentando cada presentación como si fuera una cuarta oportunidad en zona roja con dos segundos en el reloj.

Soy cafeinodependiente, lo admito sin vergüenza y con mucho orgullo. La cafeína es mi gasolina, sin café no arranco, no funciono, no pienso y posiblemente ni existo.  También tengo una relación estable, duradera e inquebrantable con las gorditas de chicharrón, ese manjar divino que ningún influencer fit podrá quitarme, por más que insistan en que el aguacate es vida. 

¿Aun no te has aburrido? Continúa ya casi acabas


A mis amigos les da risa (o les preocupa) mi capacidad de brincar de la adrenalina del fútbol americano a la paciencia  golf, o de Chaikovski a Metallica sin previo aviso. Mi Spotify, como mi vida, es un eterno contraste.

El buceo es otra de mis pasiones, aunque vivo tan lejos de la playa que a veces me conformo con contener la respiración en la regadera y fingir que estoy en Cozumel. Porque, hasta donde sé, no hay arrecifes en Atizapán de Zaragoza.
Y, por cierto, en mi casa somos TeamAdopción. Nada de comprar perros como si fueran sneakers de edición especial. Aquí tenemos dos peludos rescatados que han pasado de la calle a ser miembros distinguidos de la familia (con más derechos que yo, según algunas encuestas domésticas).

Así que, en resumen: café en la mano, casco de fútbol en la otra, una lista de reproducción muy curiosa, una vida llena de contrastes y dos perros que tienen más derechos en la casa que yo. Y así, francamente,  mi vida no podría estar mejor. 

                     Muchas gracias por llegar hasta aquí

Ya que me conociste un poco más te invito a que sigas explorando el sitio y veas como te puedo ayudar.

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